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jueves, 17 de marzo de 2011

¿ES DIOS CULPABLE DE LOS DESASTRES NATURALES?

El corazón y la fe destrozados

“HABÍA cuerpos por doquier, y no pudimos reconocer dónde había estado nuestra casa”, se lamentó un hombre de Sri Lanka después que un tsunami arrasara su aldea en diciembre de 2004. Por otro lado, un redactor de artículos religiosos admitió en un reportaje sobre el cataclismo: “A veces rezo apretando los dientes”.
Muchas personas opinan que las catástrofes naturales son castigos divinos. Cierto columnista llamó a un devastador huracán “el puño de Dios”. En Estados Unidos, algunos líderes religiosos dijeron que fenómenos como el huracán Katrina son la manifestación de “la ira de Dios” contra las “ciudades pecadoras”. En Sri Lanka, budistas radicales echaron la culpa del tsunami a los cristianos, ampliando así la brecha entre ambas religiones. El administrador de un templo hindú creía que el dios Siva estaba enojado porque la gente no llevaba vidas morales. Un líder budista de Estados Unidos reconoció: “No sabemos por qué suceden estas tragedias. Ni siquiera sabemos por qué estamos aquí”.
Al ver imágenes de hogares destruidos, cadáveres y seres desconsolados, ¿se pregunta usted por qué permite Dios tanto dolor? ¿O piensa que Dios debe de tener buenas razones para permitir estas cosas pero que no las ha revelado? Los artículos siguientes analizan este asunto. Además, dan algunos consejos prácticos para reducir el riesgo de lesión o muerte en caso de que amenace o tenga lugar una catástrofe natural.
Sacerdote angustiado
Muchos líderes religiosos no saben por qué permite Dios las catástrofes naturales


¿Es Dios el culpable?

“DIOS es amor”, asegura la Biblia (1 Juan 4:8). También es justo y misericordioso. “La Roca, perfecta es su actividad, porque todos sus caminos son justicia. Dios de fidelidad, con quien no hay injusticia; justo y recto es él.” (Deuteronomio 32:4.)
Jehová Dios, como Creador, posee tanto la capacidad de prever todo lo que puede ocasionar daño como el poder para impedirlo. En vista de ello y de las cualidades con que se le describe en la Biblia, muchos preguntan con razón: “¿Por qué permite Dios que ocurran catástrofes naturales?”.* Como han comprobado millones de personas sinceras, Dios mismo ha dado una respuesta muy razonable en su Palabra escrita (2 Timoteo 3:16). Tenga la bondad de analizar los siguientes argumentos.

Rechazaron el amor de Dios

La Biblia narra que Dios dio a nuestros primeros padres todo lo necesario para disfrutar de una vida segura y feliz. Es más, en tanto ellos y sus descendientes obedecieran el mandato de Dios de ‘ser fructíferos y hacerse muchos y llenar la tierra’, la familia humana contaría con el continuo cuidado de Dios (Génesis 1:28).
Por desgracia, Adán y Eva le dieron la espalda a su Creador al desobedecerle deliberadamente y elegir independizarse de él (Génesis 1:28; 3:1-6). La gran mayoría de sus descendientes ha seguido sus pasos (Génesis 6:5, 6, 11, 12). En resumen, los hombres en general han optado por erigirse en dueños de sí mismos y de su hogar, la Tierra, sin contar con la guía de Dios. Siendo como es un Dios de amor que respeta el principio de libertad de elección, Jehová no impone su soberanía a los seres humanos, aunque se encaminen a la calamidad.#
Pese a todo, Jehová no abandonó a la familia humana. Hasta hoy “hace salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos” (Mateo 5:45). Dios también dotó al hombre con la capacidad de aprender de la Tierra y sus ciclos, y hasta cierto punto este conocimiento le ha permitido predecir fenómenos climatológicos adversos y otros peligros, como erupciones volcánicas.
Además, se ha descubierto qué partes del planeta son más propensas a movimientos sísmicos y a condiciones atmosféricas extremas. Este conocimiento ha contribuido a salvar vidas en ciertas regiones mediante campañas de educación y el desarrollo de mejores sistemas de construcción y de advertencia. Con todo, la cantidad de catástrofes naturales que se informan anualmente aumenta sin parar debido a múltiples y complejas razones.

Vivir en zonas de alto riesgo

El poder destructor de las fuerzas de la naturaleza no siempre es lo que determina la gravedad de una catástrofe; a menudo es la densidad de población de la zona afectada. Según el Banco Mundial, alrededor de la cuarta parte de los habitantes de más de ciento sesenta países vive en zonas de alto riesgo. “Al acumularse cada vez más gente en la zona de riesgo, algo que tan solo hubiera sido un fenómeno natural se convierte en una catástrofe”, afirma el científico Klaus Jacob de la Universidad de Columbia (EE.UU.).
Otros agravantes son la vertiginosa y descontrolada urbanización, la deforestación y la pavimentación excesiva de terreno que normalmente absorbería el agua de lluvia. Estos dos últimos factores, en particular, son a veces responsables de inundaciones y corrimientos de tierra devastadores.
El factor humano también puede convertir un terremoto en una gran tragedia, pues el causante de la gran mayoría de las víctimas no son los fuertes temblores, sino el desplome de construcciones. De ahí que los sismólogos suelan decir: “Los terremotos no matan, los edificios sí”.
La incompetencia política puede, además, incrementar la mortandad. En los pasados cuatrocientos años, la capital de un país sudamericano ha sido arrasada en tres ocasiones por terremotos. Y desde el último, que ocurrió en 1967, su población ha aumentado a 5.000.000 de personas. “Pero las normativas de construcción que pudieran proteger a la población son inexistentes o no se hacen cumplir”, señala la revista New Scientist.
Esto último es aplicable a la ciudad estadounidense de Nueva Orleans, construida en una zona baja e inundable. A pesar de contar con diques y bombas extractoras, el desastre que tantos habían temido acabó sucediendo en 2005 con el azote del huracán Katrina. La gente, o bien pasó por alto “los reiterados avisos”, o “actuó a regañadientes”, dijo un reportaje del periódico USA Today.
También se ha manifestado una reacción un tanto apática en cuanto al calentamiento global, que según muchos científicos aumentará los desastres climáticos y elevará los niveles del mar. Queda claro, pues, que deben tenerse en cuenta factores que no son obra de Dios, como los políticos, sociales y económicos. Estos factores humanos nos recuerdan la verdad bíblica de que el hombre es incapaz de “siquiera dirigir su paso” (Jeremías 10:23). Otro elemento humano es la actitud general hacia las advertencias, tanto de la naturaleza como de los organismos oficiales.

Reconocer las advertencias

En principio, hay que admitir que las catástrofes naturales pueden sacudirnos sin previo aviso. “El tiempo y el suceso imprevisto [nos] acaecen a todos”, declara Eclesiastés 9:11. Aun así, suele haber indicios de algún tipo —naturales u oficiales— de que se acercan problemas. Lógicamente, cuando se conocen las señales de peligro, aumentan las probabilidades de sobrevivir.
En la isla indonesia de Simeulue viven miles de personas. Sin embargo, cuando en 2004 fue embestida por un tsunami, solo murieron siete. Sabiendo que las retiradas inusitadas de las mareas son indicio de tsunami, la mayoría de la población huyó al ver que el mar retrocedía. De igual modo, hay quienes han escapado de grandes tormentas y erupciones volcánicas por estar pendientes de las señales. En vista de que las advertencias naturales a veces preceden a las oficiales, es prudente estar familiarizados con ambas, especialmente si se vive en una zona de riesgo.
Lamentablemente, existe “la tendencia a negar el peligro aun cuando es obvio”, dijo un vulcanólogo. Y esto es cierto sobre todo cuando se han dado falsas alarmas o cuando la última catástrofe sucedió mucho tiempo atrás. En ocasiones, la gente no quiere abandonar sus posesiones aunque la calamidad esté tocando a su puerta.
En muchas partes, las personas son tan pobres que ni siquiera pueden mudarse a un lugar más seguro. Pero la cruda realidad de la pobreza no habla mal de nuestro Creador; más bien, pone al descubierto los defectos humanos. Los gobiernos, por ejemplo, invierten grandes sumas de dinero en armamento, pero hacen poco por paliar la situación de los desfavorecidos.
No obstante, independientemente de su situación, todo el mundo puede recibir ayuda. ¿De qué tipo? Mediante su Palabra, la Santa Biblia, Dios da muchos principios buenos que salvan vidas si se aplican.

Principios que salvan vidas

No poner a prueba a Dios. “No deben poner a prueba a Jehová su Dios”, advierte Deuteronomio 6:16. Los cristianos verdaderos no creen ingenuamente que Dios siempre los protegerá de las desgracias. De modo que ante los peligros, siguen esta pauta inspirada: “Sagaz es el que ha visto la calamidad y procede a ocultarse, pero los inexpertos han pasado adelante y tienen que sufrir la pena” (Proverbios 22:3).
Valorar la vida más que las posesiones. “Hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee.” (Lucas 12:15.) Así es, los bienes materiales tienen su importancia, pero de nada sirven a los que mueren. Por ello, quienes aman la vida y valoran el privilegio de servir a Dios no corren riesgos innecesarios a fin de proteger sus propiedades (Salmo 115:17).
Cuando un terremoto sacudió Japón en 2004, Tadashi abandonó su casa inmediatamente, antes de que se dieran instrucciones oficiales, porque su vida era de mucho más valor que todas sus pertenencias. Akira, del mismo país, escribió al respecto: “El grado real del daño depende, no de las pérdidas materiales, sino del punto de vista personal. Vi el desastre como una buena oportunidad para simplificarme la vida”.
Escuchar las advertencias oficiales. “Esté en sujeción a las autoridades superiores.” (Romanos 13:1.) Si se dan órdenes de evacuar o de seguir ciertas instrucciones de seguridad, lo prudente es obedecerlas. Tadashi obedeció una orden de evacuación y no volvió a la zona de peligro, lo que le evitó lesiones o incluso la muerte por las réplicas del temblor.
En caso de no haber advertencias oficiales sobre una amenaza, le toca a la gente decidir personalmente cuándo y cómo actuar, tomando en consideración todos los datos disponibles. En algunas zonas, las autoridades locales quizás den consejos útiles para enfrentarse a un desastre. Si donde usted vive existe esa información, ¿la conoce? ¿La ha comentado con su familia? (Véase el recuadro adjunto.) En muchas partes del mundo, las congregaciones de los testigos de Jehová, bajo la dirección de la sucursal nacional, han establecido un plan de emergencia que se pone en marcha en caso de que amenace o suceda una catástrofe. Y hay que decir que ha sido sumamente útil.

¿LISTO PARA HUIR?

Una familia pone en práctica su plan de evacuación La Oficina para el Manejo de Emergencias de la ciudad de Nueva York recomienda que las familias se preparen para una evacuación reuniendo en una bolsa de viaje —un bolso resistente y fácil de llevar— artículos vitales en caso de emergencia como los siguientes:%
  • Copia de documentos importantes dentro de una bolsa impermeable
  • Un juego extra de las llaves del automóvil y de la casa
  • Tarjetas de crédito o débito y dinero en efectivo
  • Agua embotellada y alimentos no perecederos
  • Linterna(s), radio de AM/FM, teléfono móvil (celular), pilas
  • Medicamentos para al menos una semana con las dosis anotadas, recetas y el nombre y teléfono de los médicos. (Asegúrese de que los medicamentos no estén caducados)
  • Botiquín de primeros auxilios
  • Zapatos resistentes y cómodos, y un impermeable
  • Datos sobre dónde encontrarse y cómo contactar con la familia, así como un mapa de la zona
  • Artículos para el cuidado infantil

%  Esta lista contiene algunos cambios con respecto a la oficial. Quizás no todos los elementos recomendados sean útiles en su caso o en la región donde vive, y tal vez habría que añadir otros, como para las personas mayores y las discapacitadas, que tienen necesidades especiales.
Mostrar amor cristiano. “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado”, dijo Jesús (Juan 13:34). Quienes muestran un amor sacrificado como el de Cristo se desviven por ayudarse unos a otros a hacer frente a un desastre natural antes, durante y después de la catástrofe. Los superintendentes de las congregaciones de los testigos de Jehová hacen lo sumo posible por ponerse en contacto con todos los miembros de su congregación para asegurarse de que estén sanos y salvos. Además, comprueban que todos tengan lo básico, como agua potable, comida, abrigo y medicamentos esenciales. Por otro lado, las familias de Testigos de otros lugares abren su hogar para acoger a los evacuados. Esa clase de amor es realmente “un vínculo perfecto de unión” (Colosenses 3:14).
¿Empeorarán las catástrofes naturales, como vaticinan algunos? Tal vez sí, pero solo de momento. ¿Por qué? Porque la trágica era en la que el hombre ha seguido un derrotero independiente de Dios está a punto de llegar a su fin. Entonces, toda la Tierra y sus habitantes quedarán bajo la soberanía amorosa de Jehová, lo que reportará maravillosos resultados, como veremos a continuación.

*  Los terremotos, las condiciones climáticas extremas, las erupciones volcánicas, etc., no son en sí mismos catástrofes. Llegan a serlo solo cuando perjudican a los seres humanos y sus propiedades.
#  Para más información sobre por qué permite Dios temporalmente el sufrimiento y la maldad, véase la serie “‘¿Por qué?’ La pregunta más difícil tiene respuesta”, que apareció en el número de noviembre de 2006 de esta revista, así como el capítulo 11 del libro ¿Qué enseña realmente la Biblia?, editados por los testigos de Jehová.
Publicado en ¡Despertad!  de septiembre de 2007 Principio del documentoArtículo anteriorArtículo siguiente




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